Lectura en voz alta

No sé cómo llegó este recuerdo a mi cabeza.

Era tercero o cuarto básico, y la profesora jefe de esos tiempos, Gloria Rubio (también conocida por otros epítetos no muy alagadores que hacían referencia a que tenía un ojo más pequeño que el otro), me avisó un día que me había inscrito en un concurso de lectura.

Acá se me nubla todo, había que ir un sábado, y yo fui con mi abuela, con “ropa de calle” (ja, ese término es muy de colegio). Era una sala grande, oscura, y adelante había otro niño leyendo, frente al público. Este niño estaba con uniforme de colegio. Yo suponía que ahí mismo me iban a pasar un texto, pero estaba equivocado, había que traer uno preparado.

No había nadie del colegio (ni siquiera la profe que me inscribió), y no cachábamos nada, por lo tanto dimos media vuelta y nos fuimos. Raro el recuerdo.

Ahora, por asociación de ideas, me acuerdo que además en clases de castellano (así se llamaba en esos años, nada de ‘lenguaje’ y nombres bonitos), nos hacían ir uno a uno al frente, leer un texto, y nos calculaban las palabras por minuto. Creo que en sexto, con la Norka Díaz (adivinen el sobrenombre que le teníamos, ja, con ese nombre y además no era exactamente delgada), había que leer 180 a 200 palabras por minuto. Qué asco.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *