Torta y bandera

Parece que abrí algún dique que estaba conteniendo mis sueños, porque desde que escribí ese post, estoy recordando cada vez más sueños al despertar. Anoche, por ejemplo:

Estoy en un cumpleaños, de mi hermano, en una explanada al aire libre, sin pasto, como de maicillo. Estamos sentados en unas sillas, hay harta gente, incluso está Eduardo Frei sirviéndose algo de algo que parece un buffet de postres. Traen los pedazos de torta, parece ser merengue frambuesa, y cuando me traen el mío, noto que una muchacha rubia a mi lado (a quién no conozco) no le dieron, por lo que muy caballeroso le entrego mi torta. Cuando llega un segundo pedazo para mí, tengo que regalarlo de nuevo (parece que a la misma muchacha), y ya no salen más pedazos de torta, lo que me da lata.

En otro episodio, me enfrento a una especie de pizarrón o tablero colgado en una muralla, con palabras escritas en tablitas, colgando de clavos. Me parece que las palabras son en un idioma desconocido, pero hay una que reconozco que está mal, y la sustituyo por otra, que creo que es la correcta (o es que había un espacio vacío que yo completo correctamente).

En una tercera parte de este sueño, estoy en un barco de madera, y un marinero va a sacar la bandera, que está guardada. Yo espero que salga la bandera chilena, pero el marinero saca una bandera ridícula, roja, pequeña, con algún símbolo al centro. Desata la bandera del asta, y de otra parte saca una gran bandera chilena que empieza a desdoblar. Me pide fósforos, y yo le digo, “pero mira, si ahí están”, indicando un lugar por ahí en el barco.

Acá despierto, y por un buen rato (hasta que voy en el metro) no puedo sacarme de la cabeza la melodía de la canción “Brazas a Ceñir”, sobre todo esa parte “aprovecha bien — la briza del sur”.

Qué loco!

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