Do you meu?

No sé qué teníamos en la cabeza en séptimo y octavo básico. Debe haber sido el cóctel de hormonas.

Bueno, al grano (y en esa época comenzaron a salir, no?). Teníamos un compañero de curso, que era de la onda campo campo. Nunca intimé con él (no estoy seguro si alguien intimó con él),  sólo recuerdo haber visto unas fotos de sus vacaciones arriba de un caballo (yo aún no me subo a un caballo), y cuando se quejó amargamente porque un profesor le quitó una prueba.

Y do you meu?, también recuerdo eso.

Porque se nos ocurrió que era excelente idea hacerle un rap.  No sé si se lo cantamos alguna vez, probablemente sí lo hicimos. ¿En qué andábamos pensando?

Años después el Watón M. me dijo que era parte de un plan del colegio tipo “traigamos alumnos de bajos recursos” o algo así,  pero ni idea, nunca había escuchado eso yo antes.

Y hablando de rapear, uf! Pregone! Y eso también ocurrió en octavo básico! ¡Por qué! ¿Qué teníamos en la cabeza? Y ¡cómo se le ocurría a ese profesor decir las notas de todas las pruebas y trabajos, de peor nota a mejor nota, en voz alta, frente a todo el curso!

El lector sobaco

Entre quinto y octavo básico, la asignatura de técnico manual estaba dividida en dos partes. La mitad del curso iba al taller de madera, y la otra mitad al de “dibujo técnico”.

Además, el profesor de “dibujo técnico”, organizaba una actividad extraprogramática denominada “taller de periodismo” (si mal no recuerdo). Este profesor me llamó la atención la primera vez, porque todas las frases las terminaba con un ‘shhhh’, (o sea, haciendo callar), aun cuando nadie estuviese hablando.

Yo no era amigo de las actividades extraprogramáticas, porque ya tenía suficiente con los scouts, pero este taller producía una revista del Segundo Ciclo Básico llamada “El Nachito”. Algún reportaje mío salió ahí alguna vez.

Bueno, llegaba un día al taller, y el profesor me dice:

- Guerrero, a usted le dicen el “lector sobaco”, ¿no?

Para comenzar, ahora encuentro fatal que nos hayan tratado por el apellido, pero bueno, era el uso de la época. Segundo, yo tenía unos 13 o 14 años, y (al menos para mí) no era simple entender cuándo un profesor estaba realmente hablando en serio, o estaba tirando una talla de humor “especial”. Por lo tanto, respondí:

- No, que yo sepa — y añadí: — ¿por qué?

Yo esperaba que respondiera que algún compañero de curso se lo había contado, o que lo habían comentado en consejo de profesores, o algo por el estilo. Para mi asombro, responde con una talla:

- Porque siempre andas con un libro bajo el brazo.

No recuerdo si me rei, lo miré raro, o me hice el leso. Lo que sí recuerdo, es que me pareció tan raro …

Espíritus

Luego de terminar de leer “La Casa de los Espíritus” de Isabel Allende, por segunda o tercera vez me parece, me quedó dando vueltas la tónica del libro.

SPOILER WARNING —- si no lo has leído, voy a discutir un poco su contenido!!!

Bueno, uno comienza leyéndolo y lo encuentra como parecido a Cien Años de Soledad. Realismo mágico creo que se llama. Pero en un momento dado uno se da cuenta que todo el rato está hablando de hechos relativamente recientes en Chile. Seguro que para un latinoamericano X, la historia podría ser en “cualquier país”, pero no hay que deducir mucho para darse cuenta que esto tiene mucho de experiencia personal de la autora.

En el colegio nos hicieron leer el libro como parte de las lecturas obligatorias. Ya no estábamos en dictadura, pero fuera de todo, no estoy seguro que en todos los colegios lo pondrían como obligatorio, pese a que la autora es de fama mundial.

Una parte que me dio mucha risa fue en la que Trueba exclama algo así como “¡Lo único que me faltaba, curas comunistas!” y algo más adelante hablaba de sus “patrañas”. ¡Vaya si escuchamos acerca de las patrañas de los curas comunistas en nuestro colegio jesuita!

Otra cosa que llegó a mi mente fue que mis hermanos mayores de ufanaban de no ser “hijos de la dictadura”, por haber nacido antes del ’73, mientras que los otros tres nacimos después de los eventos famosos de dicho año en este país. Pero en realidad, todos crecimos en la dictadura.

Leía hace poco una columna de Hermógenes en El Mercurio, tomando un poco a la chacota (pero siempre con datos oficiales) que los “quemados” el ochenta-y-tanto (Rojas y Quintana) no lo fueron por los militares, sino que ellos los apagaron luego de un accidente. La dignidad de la  respuesta de un familiar no puede dejar indiferente a nadie. ¿Cómo contener la ira y la pena de que un familiar muriera quemado por “la autoridad”?

Más encima leo los comentarios de los lectores y varios dan a entender que “se lo merecían”, porque andaban con intención terrorista. ¿Es eso lo que esperan para ellos mismos? ¿Que los juzguen y apliquen penas al pasar, por autoridades de facto y fuera de toda ley? Si estaban violando leyes, debían haber pasado por un juzgado, no por las llamas.

Buenos modales

Fuimos al cumpleaños de nuestro sobrino Agustín, y mi hermano Claudio estaba casualmente dispuesto al lado de las bebidas. Y claro, llegaban los amigos ignacianos chicos del Agustín.

Tengo sed”
“Quiero bebida”
“Quiero Bilz”

Y en esa onda; Claudio no les daba de inmediato, sino preguntaba “¿cómo se dice?” o “¿Cuál es la palabra mágica?”. Sólo entonces decían por favor y luego gracias.

De repente llegó un niño, y fue el único, que sin pasar por control, de manera espontánea, dijo

Sírveme bebida por favor”.

¡Uno solo!

Era el cumpleañero. 🙂

Biocombustibles

Nos embarcamos con otros dos compañeros de colegio como propulsores de un proyecto de biocombustibles. Ninguno de nosotros es ingeniero químico, por lo que no entendemos nada de los procesos de la futura planta, pero nos gustó la inversión.

Personalmente, me alivia la conciencia aportar en algo que implique el reciclaje y además promueva la industria de nuestro país. Ya veremos cómo avanza el tema, estoy muy contento.

Justo el otro día dieron en Nat Geo un especial sobre qué pasaría si aumentamos la temperatura del planeta en 6°. De terror. No estoy muy enterado de cosas como el Protocolo de Kyoto, pero me parece que cualquier cosa que mitigue el efecto del CO2 es bienvenido.

La Punta

Desde el 2001 que no iba a La Punta. Me tocó verla “pelada”, puro bosque. Luego apareció una notable casa, con varias habitaciones. La lijamos. Lo último que ví fue la piscina con su terraza.

Ahora no había nada nuevo, sólo que había olvidado el camino para llegar. Y además nos costó un mundo salir de Santiago. No se puede salir por Curicó, ni por Matta, ni por Quilín. Salimos al final por Vespucio, luego de pasar por calles que no habíamos recorrido nunca. Para más remate, me pasaron un parte por exceso de velocidad en Paine.

Ah! Y nos encontramos con los otros cabros que iban a la despedida de soltero del Negro y el Vaca.

La tónica del paseo fue todos con sus iPods (incluso iPhone), “pa’l buqué”, asado todo el rato, “te pelaste”, póker, “mande?”, conversación toda la noche, “chulo gay”, paseo nocturno, una visita sorpresa de Farrios, empanadas de pura cebolla, un clon de Caradura.

Despedida de soltero sin novio

Como el novio no podía, nos juntamos igual a tomar Capel de 35° con Coca Cola (a.k.a. piscola).

Por algún motivo nos acordamos de la guerra de agua de los cuartos medios, y cómo Jaime tuvo que cuidar las bombas en el colegio durante la noche, para tener municiones para el día siguiente.

Estuvo muy buena esa guerra de agua. Más allá del típico palo de fósforo + la gotita en la chapa del Prefecto de Disciplina, en esa ocasión un par de bombas de agua pasaron la noche en el refrigerador, en la parte de arriba. Casualmente dieron a parar a la ventana inmensa de esa oficina.

Junta en otro ambiente

Me he juntado estos días en situaciones relativamente “laborales” con un par de amigos del colegio, lo que no deja de ser distinto.

El martes pasado, tenía que hacer clases en la Universidad de Chile, y por primera vez desde el 2003, llamé a Perno para que nos juntáramos un segundo. La idea era tomarse un café, pero estábamos muy justos. Simplemente conversamos pocos minutos mientras iban llegando los alumnos. “Hola profe”, decían algunos, y yo les decía, indicando a Perno “un amigo, trabaja aquí, en transporte”. 

Ayer en la mañana, fuimos por un proyecto a la oficina de arquitectos de Tajo. Por supuesto, yo le llamaba Andrés (lo que ya es enredado, antes era Sergio, shuuu). En este caso, estaba su jefe ahí mismo. Y, ja ja, creo que es primera vez que veo a Tajo con lentes, que usa hace años.

Como que uno tiene ganas de tratarse de weón, y echar la talla, pero no se puede, estaría fuera de contexto, no?

El Cuartel

En cuarto medio, lo usual para los fines de semana (el carrete en semana era prácticamente inexistente), era juntarse en algún lugar, tomarse algún copetín, y luego llegar a otro lado donde es el carrete de verdad, una fiesta o cumpleaños o lo que fuese.

En varias ocasiones el “lugar” donde nos juntábamos era El Cuartel. La primera vez que fui, le pregunté al Pelusa “¿y qué es el cuartel?”. En su típico estilo, el Pelusón respondió con vaguedades del tipo “es como un lugar donde nos juntamos”, o “ahí echamos la talla”, o “pa-pa y wa”.

La cosa es que El Cuartel era en la naturaleza, y era suficientemente privado. La lata era que había que cruzar una rotonda para llegar, un poco peligroso a ciertas horas y en ciertos estados. Hasta un sucedáneo de cama elástica tenía.

Dejamos de ir, me parece, en primer año de universidad, si no antes, no lo recuerdo. Por supuesto no volvería ni a palos, y viéndolo en retrospectiva, me parece extremadamente peligroso dicho lugar, además de un poco insalubre. Pero nos reímos.