Resumen de la mente

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  • Comenzamos en “Me entiende y me habla”, planteándonos la pregunta ¿cómo haremos en el futuro para distinguir la inteligencia humana de otros tipos de inteligencia?
  • En “Somos especiales” nos preguntamos respecto a la diferencia entre emular la inteligencia y realmente tenerla. Vimos que la conciencia era un punto importante.
  • En “Buscando la diferencia” exploramos condiciones necesarias y suficientes de tener mente, y su relación con el medio donde ésta aparece (neuronas, silicio).
  • En “Descartes subestima el dolor de muelas” expusimos dos problemas: el de las otras mentes, y el la relación cuerpo-mente. Vimos también que la posición Cartesiana es el dualismo.
  • En “Compórtese” vimos la posición conductista.
  • En “¡No te metas en mi mundo!” hablamos de los estados privados.
  • En “Sigue la regla” discutimos el argumento de Wittgenstein sobre los lenguajes privados.
  • En “Miénteme” vimos que el conductismo se queda corto en su exposición de la mente.
  • En “Conéctalo y mira si funciona” expusimos el funcionalismo.
  • En “Estropeado” nombramos algunos casos extremos para ‘testear’ la fuerza de la postura funcionalista.
  • En “Emulador de inteligencia” tratamos de ver cómo se exportaría el funcionalismo a mentes no humanas.
  • En “No seas inconsciente” expusimos la objeción de la fenomenología.
  • En “Me estas hablando en chino” discutimos el argumento de Searle que intenta echar abajo la postura funcionalista.
  • Por último, en “Supongo”, comentamos algunos supuestos que están debajo de toda la discusión desarrollada, y que podrían ser inadecuados.

Vaya, fueron 14 posts en el tema de la mente! Para desarrollar este tema, me basé principalmente en este libro de Appiah, tomé el capítulo 1, y lo fui siguiendo, pero exponiendo el tema en mis propias palabras, e intentando diseñar mis propios ejemplos. Además, durante estas semanas me leí las Investigaciones Filosóficas de Wittgenstein, con el objeto de entender bien su argumento del lenguaje privado. Por último, en estos días estoy terminando la introducción a la mente de Searle, que está súper claro y didáctico, tal vez luego de ver el camino de la fenomenología, tome algunas de las cosas de Searle en un nuevo camino.

En el próximo post, comenzaré a revisar el punto de vista de la fenomenología para la mente.

Me entiende y me habla

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Presiono un botón de mi celular y una voz (en castellano de España) me dice “Diga un comando”. Lo digo, me entiende, y sigue mis instrucciones.

Llamo a mi banco, y una voz me habla “dime tu RUT”, “si quiere saber su saldo, diga ‘saldo’ ”. Lo digo, me entinede, y sigue mis instrucciones.

Así ‘humanizamos’ la interacción con las máquinas. La ‘suavizamos’. Antes era tosca. Meterle tarjetas perforadas. Meterle ensamblador. Hablarle en lenguajes de programación. Presionar botones, llenar formularios.

Ahora, le hablamos en castellano y responde en castellano. ¿Cuál es el límite?

¿En qué punto de la ‘humanización’ dejaremos de distinguirla cómo máquina? ¿Cuándo pasará a ser ‘inteligente’? Si una máquina emula al humano de manera de que es imposible distinguirla como máquina, ¿ha dejado de serlo?

Una cita de “The Big Bang Theory”:

Howard: Sheldon, if you were a robot, and I knew and you didn’t, would you want me to tell you?
Sheldon: That depends. When I learn that I’m a robot, will I be able to handle it?
Howard: Maybe, although the history of science fiction is not on your side.
Sheldon: Uh, let me ask you this: when I learn that I’m a robot, will I be bound by Asimov’s Three Laws of Robotics?
Raj: You might be bound by them right now.
Howard: That’s true, have you ever harmed a human being, or through inaction, allowed a human being to come to harm?
Sheldon: Of course not.
Raj: Have you ever harmed yourself or let yourself to be harmed except in cases where a human being would’ve been endangered?
Sheldon: Well, no.
Howard: I smell robot.
(Leonard walks in)
Leonard: What’s going on around here?
Sheldon: The internet’s been down for half an hour.
Raj: Also, Sheldon might be a robot.

Somos especiales

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Siguiendo con el tema anterior, ¿qué pasará el día en el que construyamos una máquina “especial”? No una que emule la voz humana o que parezca que me entiende cuando le hablo. Sino una que efectivamente entienda.

Somos especiales porque entendemos. No sólo recibimos datos del medio ambiente que interpretamos y luego generan una acción. Ser un humano tiene algo más, algo que nos separa tanto de otros seres vivos, como de nuestras creaciones (hasta el momento por lo menos).

¿Qué es ese “algo más”? Podemos llamarlo conciencia. O mente. O también nuestro “aspecto espiritual”. Tener pensamientos, inteligencia. Opino que habrá un día que podremos emular hasta tal punto este “algo más”, que dejaremos de ser capaces de distinguir las “mentes verdaderas” de las “mentes artificiales”.

Cuando llegue ese momento, preguntarle a alguien (o a algo) ¿tu inteligencia es artificial o real? carecerá de sentido. Y abrirá un mundo de problemas éticos. Un mundo enorme. Una caja de pandora. Será un momento muy entretenido de vivir.

Como cuando llegaron los europeos a nuestro continente, encontraron a los nativos, y se preguntaron ¿son realmente humanos?

Buscando la diferencia

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Continuando con el tema de los posts anteriores, decíamos que los seres humanos eramos “especiales”.  Digamos que aquella característica especial se llama “mente”. O sea, que lo que nos hace conscientes es que tenemos mente.

Pero ¿qué significa que tengamos mente? ¿Qué es tener mente?

  • Podemos abrir un aparato parlante (robot, o lo que sea), ver que está hecho de silicio y cables, pero eso no descarta que pueda tener mente.
  • Por otro lado, podemos abrir a un ser humano (se hace en las cirugías), y vemos tejidos orgánicos. Pero eso no indica que tenga que tener mente.

Si descartamos los materiales de los que está compuesto el ser (silicio, tejidos orgánicos), ¿con qué nos quedamos? Si no podemos observar, detectar y aislar aquello que está dentro y que confiere la mente, ¿qué camino seguir? En el fondo, ¿tenemos forma de ‘detectar’ una mente?

Algo que se comporta como si tuviese mente (una máquina), y que yo no puedo distinguir de algo que si la tiene (un humano), ¿podemos decir que efectivamente tiene mente?

Otro aspecto relevante es pensar. ¿Nacemos con mente? ¿O esta se desarrolla? ¿Se puede perder la mente? Cuando veo a niños pequeños, recién nacidos o de pocas semanas, parecieran tener menos habilidades que cachorros con la misma edad. Pero en un punto del crecimiento, algo sucede. ¿Se “enciende” la mente? O más bien ¿madura?

Una persona con desórdenes mentales ¿ha perdido o degradado sus facultades mentales? Una persona en estado vegetal ¿ha perdido su mente?

Descartes subestima el dolor de muelas

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Lo que nos indicaba Rodrigo en el comentario del post anterior, que somos especiales porque nos damos cuenta de nuestra existencia, es una respuesta parcial al problema que estamos desarrollando: indica que nos damos cuenta de la existencia de nuestra mente, pero no nos ayuda respecto a la existencia de otras mentes.

Recordemos que queríamos distinguir un ser con mente de otro que la emula. Podríamos pensar en dos posibilidades:

  • ¿Cómo sé que los otros cuerpos que veo no son fruto de mi imaginación (como cuando estamos soñando, o si estuviésemos en la Matrix)?
  • ¿Cómo sé que los otros cuerpos que veo no son autómatas sin mente, que la imitan muy bien, engañándome?

Todo esto es un problema que nace de la posición Cartesiana: el problema de las otras mentes.

Pero no es el único problema de la posición de Descartes. En la novela “La Inmortalidad” el escritor checo Milan Kundera nos dice:

Pienso, luego existo es el comentario de un intelectual que subestima el dolor de muelas. Siento, luego existo es una verdad que posee una validez mucho más general.

Estas pocas palabras resaltan (graciosamente) otro de los problemas de la posición Cartesiana: su dualismo mente-cuerpo. Descartes opina que la mente no necesita del cuerpo para existir, y que ésta no se ubica en el espacio. Entonces, ¿cómo la mente puede producir efectos físicos? ¿cómo un evento físico afecta los estados mentales? Su postura disocia el sentir de el pensar.

Un problema nos llevó a otro. Partimos preguntándonos por las otras mentes. Ahora nos estamos cuestionando sobre la relación entre nuestro cuerpo y nuestra mente.

Compórtese!

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Vimos en el post anterior que poco nos ayuda la postura de Descartes para nuestro problema de caracterizar/identificar a una mente distinta a la nuestra. Abandonémosla entonces, y exploremos una de las opciones que ya vimos. Dijimos que

Algo que se comporta como si tuviese mente (una máquina), y que yo no puedo distinguir de algo que si la tiene (un humano), ¿podemos decir que efectivamente tiene mente?

Partiendo de ahí, podemos buscar elementos que caractericen a un ser que tiene mente. Tomaremos mano temporalmente de la postura psicológica llamada conductista.

Según esta postura, “tener mente” se identificaría con tener ciertas disposiciones corporales para comportarse de cierta manera bajo ciertos estímulos. O sea, que responda de ciertas maneras a algunas situaciones. Esperamos que si le pregunto a alguien ¿qué edad tienes? responda con un número, y no (por ejemplo) con un color, o que se quede callado.

Esta opción conductista nos dice entonces que podemos “alcanzar” o “conocer” cosas respecto de los estados mentales ajenos observando la conducta del ser. ¿Cuánto podemos conocer de la mente usando este mecanismo? O sea, ¿existe un “mundo privado” de nuestra mente que es inexpresable, imposible de compartir o de alcanzar?

Esta pregunta es relevante, puesto que si me enfrento a un robot (o a un zombie filosófico), y si existen los “estados privados”, sucederá que este robot, si se conduce (imita) toda conducta de un ser con mente, entonces seré incapaz de determinar si efectivamente tiene o no una mente.

Por el otro lado, si no existen estos “estados mentales privados”, entonces hay un camino para identificar a un ser que sólo está imitando, pero que no tiene mente.

Veremos el el siguiente post un argumento que dice que no existen estos estados privados.

¡No te metas en mi mundo!

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Antes de explicar el argumento, veamos qué sería un mundo privado.

Recordemos que estamos explorando la idea de que es posible identificar si un ser tiene mente, sobre la base de observar su comportamiento: buscando elementos en dicho comportamiento que sean caractéristicos de un ser que tiene mente.

En particular, nos interesa saber si basta con la observación del comportamiento, (si es suficiente) para hacer esta caracterización. En caso de no ser suficiente, significa que existen elementos propios de los seres que tienen mentes que no son observables externamente, elementos que estarían de alguna manera encapsulados.

¿Qué tipos de elementos podrían ser estos que no son observables? Podríamos indicar: ideas, conceptos, representaciones, emociones, sensaciones.

¿Qué significa que no sean ‘observables’? Digamos que significa que no es posible comunicarlos al exterior. A esto nos referimos con “privado”.

¿Cómo comunicamos cosas ‘internas’ al exterior, a otras personas? Usamos algún tipo de lenguaje. El lenguaje es la conducta por medio de la cual estamos observando los estados internos del ser.

Identifiquemos entonces este mundo privado con un lenguaje que llamaremos, con mucha imaginación, lenguaje privado. Este es un lenguaje que, por definición:

  • Nadie más puede entender. (Si alguien más lo entiende, entonces podría comunicar el estado privado, que dejaría de ser privado, pasaría a ser público).
  • Es intraducible a otro lenguaje. (Si lo traduzco, entonces pasaría a ser público). O sea, no puedo definirlo en términos de un lenguaje ordinario.
  • Nadie más puede aprender. (Si alguien lo aprende, entonces pasaría a ser público).

Ok, dejo esto para ser procesado hasta el próximo post, donde nos adentraremos en el argumento mismo que (supuestamente) demuestra que no existen estos mundos privados, y que, por lo tanto, es suficiente con observar la conducta para identificar si un ser tiene o no tiene mente.

Nota: Estoy siguiendo en este caso las ideas de Wittgenstein. Luego las criticaré.

Sigue la regla

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¿Existe dentro de nuestra mente un espacio privado, inaccesible al mundo exterior, inexpresable?

Según Wittgenstein, no. O al menos, ninguno del que podamos a hablarnos a nosotros mismos.

Imaginemos que existe un estado privado. Podría ser una sensación, una emoción, una creencia, una idea, lo que sea. Llamémoslo chaucho (es irrelevante el nombre).

Cada vez que experimento este estado, puedo decir “ahora tengo un chaucho”. Pero si alguien me pregunta ¿qué es un chaucho? No puedo expresarlo en lenguaje ordinario. (Recordar las características del post anterior).

Entonces, es válido preguntarnos ¿cómo sé que estoy experimentando un chaucho? ¿Cómo sé que no lo estoy confundiendo con otra cosa, otro estado? ¿Qué criterio uso para validar que estoy teniendo un chaucho?

Podría responder, “yo me conozco a mí mismo mejor que nadie, por supuesto que soy capaz de distinguir un chaucho cada vez que lo experimento”.

Pero, lamentablemente, también sabemos que en el pasado nos hemos equivocado en nuestras apreciaciones sobre nosotros mismos. Por ejemplo, cuando en un momento dado quiero recordar el nombre de un actor de una película (decimos: “yo lo sé!”), pero por más que me esfuerzo no lo recuerdo (decimos: “yo lo sabía!”). Horas o días más tarde, súbitamente, aparece este recuerdo de la nada (decimos: “claro que lo sabía!”).

Entonces ¿cómo sé que estoy experimentando un chaucho? ¿Cómo lo chequeo? No tenemos garantía alguna de que estemos asociando la palabra chaucho con el estado privado en cuestión.

Es como cuando una persona tiene que tomarse un remedio a diario. ¿Cómo sabe que no olvidó tomarlo? Puede hacer una marca en un calendario. Pero ¿y si olvida poner la marca? Puede cambiarse de mano el reloj. Pero ¿y si olvida hacerlo? Y así hasta el infinito.

Entonces, identificar un chaucho, crea una serie de problemas de la que no podemos salir. Por lo tanto, un chaucho es inidentificable, no me puedo refirir a él. Esto significa que no tiene sentido el concepto de estado privado. O no existe, o no puedo hablar sobre él, ni siquiera a mí mismo.

En el siguiente post veremos algunas críticas a esta postura.

Miénteme

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Estamos analizando la postura conductista para definir lo que es la mente: “tener un cuerpo con ciertas disposiciones específicas”, por ejemplo, la disposición a comunicarse usando lenguajes.

Y estábamos tomando mano del argumento de Wittgenstein (a todo esto, él no era conductista), que indica que efectivamente, no hay nada más que pueda ser comunicado de una mente, aparte de la conducta observable. O sea, que no hay “estados privados”.

Pero entonces me asaltan las siguientes dudas respecto a la postura conductista:

  • Discapacitados: ¿Qué hubiese sido de Stephen Hawking hace cien o doscientos años? Según este argumento, sería considerado hoy un ser sin mente (o que la perdió), porque no responde adecuadamente a los estímulos. Claro, no estaba lista la tecnología que le permite hoy comunicarse y ser tildado de “mente brillante”! En este caso, el “mundo privado” de Hawking lo hubiese sido simplemente por falta de medios de comunicación, y no por lelo o falto de mente.
  • Niños: Según la postura conductista, un niño que aún no habla, no tiene mente, porque no se conduce “apropiadamente” frente a los estímulos. Si este fuese el caso ¿cuándo y cómo aparece la mente en los niños? ¿Está desde que nace, o aparece después?
  • Subconsciente: Si no hay mundos privados, entonces algunos psicólogos quedan desempleados, sobre todo los que siguen a Freud y el psicoanálisis, que efectivamente buscan en nuestro subconsciente (= mundo privado) los elementos que afectan nuestra conducta (= mundo público).
  • Seres “transparentes”: Sería posible entonces, una conversación como la siguiente: “Hola! tú estás bien, ¿cómo estoy yo?”, basada en dos personas que simplemente observan su conducta.

[De hecho, esto último me recuerda a un programa que vi anoche en Fox “Lie to me”, donde hay unos profesionales en detectar a gente que miente al observar su conducta.]

¿Qué hacer con estas preguntas? Bueno, abandonar el camino que estábamos recorriendo, e intentar otro, que veremos en el siguiente post: el funcionalismo.

Conéctalo y mira si funciona

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Recuerdo el teléfono que tenían en Rengo. Tenía una manivela para “darle cuerda”, y luego una operadora te contactaba con algún número (no tenía tecla alguna, ningún botón). También recuerdo el primer teléfono que teníamos en casa, con un disco para marcar cada número. Ahora tengo en mi oficina un teléfono inalámbrico, que además me dice la hora y otras cosas choras.

Recuerdo además los primeros teléfonos celulares, que venían con una maleta de varios kilos, y tenían una antena visible. Y la última chupada del mate hoy son teléfonos touch, pequeños, livianos, sin botones, la antena no se ve.

Y tenemos Skype, donde el “aparato” es el mismo PC con el que escribimos los posts en los blogs.

¿Qué tienen en común todos estos aparatos? Que todos, en lo básico, funcionan igual.

  • Los enciendo (estado: encendido).
  • Marco un número (estado: marcando).
  • Hay un período de espera hasta que contesten (estado: en espera).
  • Hay una conexión entre ambas partes (estado: conectado).
  • Corto (estado: conexión terminada).

Notemos que la red sobre la que funciona el teléfono varía (cables de cobre, telefonía celular analógica/digital, VoIP, …), que los aparatos mismos son de diversos tamaños, y formas, pero que en lo básico, comparten los mismos estados, y funcionan igual. Hay una serie de reglas para ir cambiando de estado, por ejemplo, si no he marcado un número, no puedo pasar de encendido a en espera.

¿Cómo se aplica a nuestro problema de identificar otras mentes? Vimos que el dualismo de Descartes dice que los estados mentales son totalmente privados e inalcanzables. Vimos que el conductismo dice que los estados mentales son totalmente públicos. El funcionalismo se pone al medio.

El funcionalismo nos propone que definamos la mente como algo que frente a eventos externos, entrega ciertas respuestas, que dependen tanto del evento externo como de sus estados internos actuales. Estos serían los estados mentales (creencias, pensamientos, deseos, emociones, dolor, …).

Cuando tengo un teléfono (el aparato) que se estropea, ya no nos sirve para hacer llamadas. Cuando se cae la red telefónica, el aparato ya no nos sirve para hacer llamadas. Cuando ambas cosas están operativas, entonces decimos que el teléfono funciona.

Entonces, según el funcionalismo, podemos pensar la mente también como una sola cosa, pero con varios niveles. Podríamos pensar en el nivel neurofisiológico (reacciones bioquímicas), y en el nivel psicológico (deseos, pensamientos, …).

En el siguiente post seguiremos desarrollando esto.