Todos somos niños

La vida se carga y descarga como barcos en los puertos, que luego van a destinos dispares.

Fui a ver a mi tío a la unidad de cuidados intensivos de la Clinica Dávila.

Había una lista, y la encargada me indicó que si yo ingresaba no podría ingresar nadie más durante todo el período de visita. Esperé un rato por si llegaba algún otro familiar, y como no pasó nada, me puse un delantal y entré.

Si bien el tío está (y se ve) grave, está de un ánimo excepcional. Me metió conversa, me preguntó por la señora, la casa, la pega, los hijos y las vacaciones, se comió él solo un buen yogurt, y me agarró un poco pa’l webeo. Nos despedimos alegremente, me agradeció enormemente la visita.

Más tarde, en casa, estaban mi hermano y sus tres hijos jugando la tarde, mi cuñada en happy hour. Y jugamos, como se ve acá.

 

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