No voy a gastar más tinta (virtual) en comentar los once de septiembre. Simplemente dos recuerdos:
- Cada once de septiembre apagábamos todas las luces de la casa, tomábamos las ollas de la casa, y a una hora convenida comenzaba el “caceroleo”. De vez en cuando parábamos para escuchar las cacerolas del barrio, y luego seguíamos. Siempre por la ventana que no da a la calle, y con sumo cuidado de no asomar ninguna cabeza a la calle.
- Para el 2001, la Luz María me fue a decir a la ducha que estaban atacando el WTC, y luego pude ver en la tele en vivo todo lo que siguió, en el food garden de ingeniería de la PUC.