Enfoque fenomenológico para el estudio de la mente

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Por fin está completa esta serie que estudia la filosofía de la mente desde el punto de vista de las técnicas fenomenológicas:

  • Introducción: En “Disfrutar” y “¿Tienes experiencia?” comenzamos a acercanos al tema de estudio de la fenomenología, la estructura de la experiencia.
  • Métodos: En “Ser objetivo” discutimos las herramientas que pone la fenomenología a nuestra disposición. Estas herramientas parten de la perspectiva en primera persona, pero son capaces de entregar interpretaciones de datos empíricos de forma científicamente rigurosa.
  • Conciencia y autoconciencia: En “Antes de reflexionar” y en “Reflejo” exploramos la estructura fenomenológica pre-reflectiva y reflectiva de la conciencia.
  • Tiempo: En “Sumergido en el tiempo” vimos la naturaleza temporal intrínseca de la experiencia.
  • Percepción: En “Percepción > suma de sensaciones” hablamos acerca de la percepción y su relacipon con nuestro cuerpo y el mundo que lo rodea.
  • Intencionalidad: En “No fue mi intención” profundizamos acerca de las características de la experiencia de un objeto y vimos la inseparabilidad del sujeto y del mundo.
  • Mente corporal: En “Cuerpo 1″ y “Cuerpo 2″ situamos al cuerpo como elemento integral de la experiencia, que se hace transparente en ella, y que es imposible de separar de ella.
  • Acción y agencia: En “Luz, cámara, ¡acción!” proyectamos los temas anteriores hacia la causalidad de nuestras acciones, y el sentido de propiedad que tenemos de ellas.
  • Conocimiento de los otros: En “Deseo tomarme una foto contigo” tocamos la capacidad humana de conocer otras mentes, y la privacidad de los estados mentales.
  • Yo y persona: En “Autorretrato” finalizamos la serie con la experiencia del yo, y los elementos que lo constituyen, a un nivel experiencial y a un nivel narrativo.

Fue cerca de un año de trabajo, con un texto de apoyo que, siendo introductorio, ¡no tenía nada de simple! Dada mi formación centrada principalmente en las ciencias exactas, fue complicado adentrarse en el mundo ‘desde la primera persona’, pero sin duda estoy satisfecho y conforme con haberlo hecho, fue un excelente descubrimiento de las ideas y posturas de Brentano, Husserl, Heidegger, Sartre y Merleau-Ponty.

¿Qué veremos ahora? ¿Alguna sugerencia?

Disfrutar

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Mientras escribo, escucho un concierto de 1970 de Led Zeppelin. ¿Cómo es escucharlo? ¿qué tal es? Son preguntas válidas. De hecho, luego de algunos conciertos, me han pedido mi opinión ¿cómo estuvo? ¿cómo sonaba?

También me ha pasado con la música de otros países. Por ejemplo, la que acompaña a los derviches giratorios en Turquía. Toda una experiencia ver a esos personajes, de hecho hice una descripción de ella en otra parte (cerca del final).

Y hablando de Turquía, ahí viví mi primer (y hasta el momento, único) viaje en globo. ¿Qué se siente andar en globo?

Para los tres casos descritos (la audición de una pieza musical, la asistencia a una ceremonia mística, la experiencia de estar suspendido en el aire), yo podría intentar describirla, explicarla, echando mano a diversas herramientas.

  • Para la música, puedo escribir una partitura. O puedo explicar cómo los diversos instrumentos generan ondas de sonido. O podría dibujar dichas ondas y cómo varían en el tiempo. O podría usar onomatopeyas (i.e. tararear). Algunas de dichas opciones ¿hará que una persona distinta a mi realmente entienda la experiencia que he tenido al enfrentarme a una interpretación musical? Mientras la otra persona no escuche realmente la pieza musical, no entenderá la experiencia.
  • Para la ceremonia, puedo escribir un guión, como un procedimiento, indicando qué iba sucediendo. Puedo mostrar fotos, o incluso exhibir un video. Pero, en realidad, a todas dichas opciones le faltara algo, ¿no? Ninguna de ellas le permitirá a la otra persona conocer mi experiencia.
  • Para el vuelo en globo aerostático. Puedo explicar de qué está hecho el globo, cómo se fabrica. Explicar la física que le permite elevarse superando la gravedad, mostrando las fórmulas del caso. Pero para quien nunca ha estado suspendido en el aire sin moverse, de nada le servirán mis explicaciones.

Pues bien, fíjense en las explicaciones que he dado en la serie anterior sobre la mente. Hemos hablado de estados mentales, funciones mentales, procesos mentales. Pero sucede que ninguno de ellos es realmente parte de la experiencia del sujeto. Sin duda la sustentan. Pero no son la experiencia misma.

Volviendo a lo que originó nuestra primera serie sobre la mente, una máquina que tiene implementados todos los procesos mentales (percepción, cognición, memoria, …), ¿puede expresar qué se siente tener dichas experiencias? ¿es consciente? La conciencia ¿se puede implementar?

Toda esta discusión nos sirve para adentrarnos en el estudio de la conciencia, tal como la experimenta el sujeto (en primera persona, podríamos decir), usando los métodos de la fenomenología. Lo iremos desarrollando en los siguientes posts.

Para ello, me estoy apoyando en este libro. Nuevamente, intentaré usar mis propias palabras, y mis propios ejemplos.

¿Tienes experiencia?

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Continuando con el tema que estamos desarrollando, partamos diciendo que el objeto de estudio de la fenomenología (para el caso de la mente) es la experiencia. En particular, los elementos que conforman la estructura de la experiencia. Esto, desde un punto de vista en primera persona, o sea, originado en quien tiene la experiencia.

¿Cuál es la estructura de la que estamos hablando? Podríamos pensar en dos elementos. Uno es la intencionalidad. Se refiere a que todo estado consciente, es consciente de algo. Si percibo, percibo algo. Cuando recuerdo, estoy recordando algo. Al imaginar, imagino algo. Cuando emito un juicio, es acerca de algo. Esto implica una referencia hacia el mundo. En realidad, mi percepción está sumergida en el mundo (embebida, podríamos decir). Dentro de la intencionalidad podríamos analizar diversos aspectos de la percepción:

  • Interpretación. Cuando percibo algo, no sólo estoy recibiendo información. Sino que le asigno un significado a lo percibido, interpretándolo de acuerdo al contexto (pragmático, social, cultural, …), y de acuerdo a mis experiencias previas. Cuando veo mi taza sobre el escritorio, le doy una semántica, y le asigno una interpretación (recipiente para beber), o si se me da vuelta, le doy otra semántica y le asigno otro significado (origen de mi enojo).
  • Corporalidad. Como caso particular del punto anterior, la experiencia y su interpretación para el individuo está sujeta a las posibilidades y limitaciones corporales, incluyendo el hecho que nuestro cuerpo está sumergido en el mundo (i.e. embebido). Nuestra interpretación del mundo sería distinta, por ejemplo, sí fuésemos seres acuáticos que se comunican por ultrasonido.
  • Continuidad espaciotemporal. Nuestra experiencia trabaja bajo un supuesto de continuidad, que nos permite, por un lado, saber que somos el mismo ser que éramos hace unos momentos (una unidad), y nos permite, por otro lado, actuar bajo un supuesto de coherencia entre pasado, presente y futuro. Si me lanzan un manojo de llaves, yo puedo anticipar que seguirá una trayectoria, e intentar agarrarlo. No esperamos que desaparezca en el aire, y aparezca cinco minutos después al otro lado del planeta, por ejemplo.
  • Incompletitud. No percibimos la totalidad de un objeto a la vez, por un tema (nuevamente) corporal. Nuestros sentidos están localizados en nuestro cuerpo de tal manera, que para experimentar un objeto completamente, por ejemplo, tenemos que tocarlo, darlo vuelta para ver cómo es por detrás, olerlo tal vez. Y, nuevamente, podemos integrar todos esos ‘fragmentos de percepción’ en una sola experiencia del objeto, dándole continuidad a nuestra experiencia.
  • Enfoque. Lo que en algunos lados llaman gestalt. Nuestra percepción se enfoca, cada vez, en un subconjunto del objeto. Mientras escribo estas líneas, me enfoco cada vez en escribir una letra, una palabra, y dejo en el fondo, temporalmente, las anteriores escritas y las posteriores por escribir. No puedo tenerlas todas presentes a la vez. O cuando voy a la escuchar una sinfonía, si quiero captar con detalle el fagot, tengo que dejar en el fondo al resto de los intrumentos por un tiempo.

Recalco que estas interpretaciones se hacen a la luz del hecho que la percepción es a través de un sujeto, que este sujeto está en el mundo, en un cuerpo, y tiene sus motivaciones y propósitos. Esto es diametralmente opuesto a lo que habíamos visto de la posición de Descartes, que suponía que la mente puede existir sin cuerpo. (Y, uhm, by the way, es la postura del catolicismo, cuando hablan de la inmortalidad del alma).

Decíamos que podíamos pensar en dos elementos de la percepción. El primero, la intencionalidad. El segundo son las características cualitativas de la experiencia, el ‘qué siente’ que veíamos en el post anterior.

A diferencia de las teorías que veíamos en la serie anterior (dualismo, funcionalismo, conductismo), podemos notar que la fenomenología no busca explicar la mente. La describe. No nombra neuronas, circuitos, procesos con entrada y salida. Es como la relación entre la cinemática y la dinámica. La idea es que conociendo mejor el fenómeno en estudio (la percepción) podremos desarrollar mejores explicaciones del fenómeno.

En el siguiente post hablaremos sobre el método fenomenológico.

Ser objetivo

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El quehacer científico se basa, mayoritariamente, en tomar cierto objeto de estudio, y observarlo de forma “no comprometida”, neutral, de manera que dichas observaciones puedan ser repetidas por otros investigadores, comprobadas independientemente. En la medida que estas observaciones van formando parte de un consenso, se validan y son usadas para establecer desarrollos posteriores (leyes, teorías), con diverso poder predictivo respecto del objeto en cuestión.

A esto se le llama un enfoque “en tercera persona”, y es el que mayoritariamente engloba a las explicaciones respecto a la mente que discutimos en la serie anterior (conductismo, funcionalismo, …).

Una pregunta relevante es, ¿podemos estudiar la mente exclusivamente con un enfoque en tercera persona”. La fenomenología propone que dicho enfoque no es capaz de estudiar a fondo la mente, que “se le escapan” elementos clave. Según la fenomenología, existen elementos de la mente que sólo pueden estudiarse desde el punto de vista de la misma persona que está experimentando fenómenos mentales (memoria, percepción, imaginación, …).

La fenomenología propone que usemos un enfoque “en primera persona”. Pero entonces, lo que obtengamos, ¿podrá ser llamado “científico”? Por definición, no sería objetivo, sino subjetivo. ¿Qué hacer?

La fenomenología responde con un conjunto de métodos para el estudio en primera persona, que clama generar observaciones que pueden ser usadas en un contexto científico. O sea, observaciones que evitan el sesgo y la subjetividad. Estos métodos son:

  • Epoché. Consiste en suspender, poner entre paréntesis, nuestra aceptación de la existencia de una realidad objetiva que está a la espera de ser descubierta e investigada. Es suspender nuestra actitud dogmática hacia la realidad, de manera de poder enfocarnos en lo que nos es simplemente dado por nuestra experiencia per se.
  • Reducción fenomenológica. Consiste en analizar la interdependencia correlacional entre estructuras específicas de la subjetividad y modos específicos de la apariencia o lo dado. En castellano, es dejar de interesarse en qué son los objetos, para enfocarnos en cómo son, de acuerdo a nuestra experiencia.
  • Variación eidética. Consiste en identificar las características invariantes de las cosas que experimentamos, descartando sus propiedad no esenciales, de manera de obtener el conjunto de propiedades del objeto que este siga siendo dicho objeto y no otro. De esta manera se analizan actos cognitivos tales como la percepción, el reconocimiento facial, la toma de decisiones, la percepción social, entre otros.
  • Corroboración intersubjetiva. Consiste en determinar el grado en que es posible replicar las estructuras descubiertas mediante los pasos anteriores con las experiencias de otros sujetos, de manera de descubrir si son universales o al menos si son capaces de ser compartidas.

Todos estos métodos se apoyan además en la idea que la conciencia no es simplemente otro objeto en el mundo, (como los árboles, los modelos matemáticos, los procesos químicos, las relaciones sociales, o los artefactos culturales), sino que la conciencia es el “lugar” donde todos estos objetos del mundo se revelan. En otras palabras, este enfoque niega que haya cosas “dentro” de la mente y otras “fuera” de la mente. El mundo y el ser son una unidad que se establece en la mente.

En el siguiente post veremos cómo enfoca la fenomenología algunos elementos del estudio de la mente.

Antes de reflexionar

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Cuando discutíamos el funcionalismo, vimos una manera de explicar la conciencia de uno mismo, y comentamos a la pasada que la fenomenología no aceptaría una explicación basada en estados mentales y la capacidad de tomarlos como objeto de atención.

Mind-artistic-spiralLo bueno, es que tomé un libro de fenomenología y dice exactamente lo mismo (tengo corroboración, eeeehh!). Lo que propone la fenomenología es que toda experiencia consciente implica un substrato de auto conciencia pre-reflectiva. Es una forma un poco rimbombante de decir que cada experiencia que tenemos es posible de ser caracterizada como propia. O sea, que el sujeto que está experimentando es uno mismo.

Esto que suena como obvio, bueno, en realidad no lo es tanto. ¿Recuerdan cómo a Neo podían ‘cargarle’ programas de artes marciales? En ese proceso, Neo no pasaba por la experiencia del aprendizaje, simplemente se le transferían las habilidades en cuestión. El enfoque fenomenológico negaría esta posibilidad, por cuanto implica que la experiencia es un objeto separable del sujeto. Para otro ejemplo, de disociación de experiencia y sujeto, vean la serie Dollhouse, la están dando en el canal Fox.

¿Qué caracteriza a esta auto conciencia pre-reflectiva? Sería una condición necesaria (pero no suficiente) para la experiencia, intrínseca, involuntaria, tácita, no observacional (no es reflexión), y no objetivizante.

Luego, cada vez que tenemos una experiencia (percibir algo, recordar algo, imaginar algo), aparte del objeto de la experiencia (el algo), cada una de ellas tiene en común que son algo para mí (el sujeto de la experiencia). Esto es lo que convierte a la experiencia en subjetiva: el hecho que cada sujeto es único.

Aquí podríamos comenzar un debate epistemológico (¿cómo es posible entonces conocer la realidad, si toda experiencia es subjetiva? ¿existen hechos objetivos?), pero eso lo dejaré para más adelante, en una serie acerca del conocimiento.

La conciencia pre-reflectiva es lo que nos permite, por ejemplo, sentir que las experiencias que tenemos son nuestras, aun cuando en su momento no les estábamos prestando atención. Como cuando vamos manejando, pasamos un cruce, y luego nos preguntamos “chuta! ¿la luz estaba verde o roja?”. Este es un ejemplo en el que, aun cuando no estamos prestando atención a la experiencia de manejar, no podemos decir ni que a) estábamos inconscientes, ni que b) no estábamos en control de nuestras acciones.

En este post hablamos acerca de las características pre-reflectivas de la conciencia. En el siguiente post hablaremos de la capacidad de reflexionar acerca de nuestras experiencias.

Reflejo

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800px-MSH82_st_helens_spirit_lake_reflection_05-19-82Discutía en el post anterior sobre el aspecto pre-reflectivo de la conciencia. Decíamos que cada experiencia conlleva un elemento que permite calificarla como ‘propia’ o ‘de uno’. ¿Qué pasa cuando el objeto de la experiencia (percepción, memoria, …) es uno mismo? Es una pregunta que motiva la caracterización del aspecto reflectivo de la conciencia.

Por ejemplo El otro día, el muchacho David me preguntó por los motivos que me habían llevado, muchos años atrás, a hacer tal o cual cosa. Me costó un poco responder, porque en realidad, no era algo que tuviese fresco en la memoria. Reflexioné, para poder ponerme en contexto, y luego intenté darle una respuesta, de acuerdo a quién era yo en ese entonces.

Literalmente, tuve que pensar “A ver, en ese entonces tenía X años de edad, estaba en la Universidad, no estaba pololeando, …” y traer, aparte de recuerdos, la experiencia de ser yo en ese preciso marco de tiempo solicitado por David.

Lo que realicé fue dirigir mi percepción hacia mí mismo, tomándome como objeto. Esto, involucra una autodivisión, o autodistanciación, y aparecen dos experiencias mías: la de estar reflexionando (en el presente), y aquella sobre la que estoy reflexionando particularmente (en el pasado, lo que me pedía David).

Respecto a la reflexión, es válido preguntarnos ¿implica pérdidas en la experiencia vivida? ¿incorpora elementos que no estaban presentes en la experiencia original? ¿qué grado de distorsión involucra la reflexión? Es como en la foto de arriba. En ella hay dos montañas: La original, y el reflejo. Y no son idénticas (la misma), ni tampoco iguales (una copia).

Además, la fenomenología se centra en el estudio de la experiencia. Para poder realizar este estudio, es imperativo un uso ‘metódico’ (uh?) de la reflexión. Si deseo obtener información válida de la reflexión, es clave conocer hasta que punto es ésta confiable.

Nos propone la fenomenología que la reflexión revela una estructura morfológica de la experiencia, que es posible de ser conceptualmente articulada. En este proceso, una experiencia ‘cruda’ es transformada (cocinada podríamos decir :)), dándole un sentido. Esta articulación se realiza usando los métodos que ya nombramos. Aun así, la experiencia tiene un significado autocontenido, propio, que estos métodos simplemente liberan, explican, o articulan, sin imponer nuevos significados.

En el siguiente post veremos cómo la fenomenología aborda el tiempo.

Sumergido en el tiempo

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¡Vaya! La película se pasó volando, y estuve ‘pegado’ más de dos horas sin darme cuenta

Nuestras acciones, percepciones y experiencias se ven permeadas por una estructura temporal que les provee coherencia. Somos capaces de cruzar la calle porque tenemos la capacidad de construir una sucesión en el tiempo respecto de dónde estuvo recién dicho auto, percibimos dónde está ahora, y podemos anticipar dónde estará próximamente.

Esta estructura temporal unitaria, continua, que mantiene la identidad en el tiempo y nos permite captar la sucesión y el cambio de los objetos temporalmente extendidos se basa en nuestra capacidad de fundir lo que ya no es, con lo que es, con lo que aún no es de forma coherente.

Según la fenomenología (Husserl, principalmente en este caso), la estructura que nos provee esta capacidad de percibir el tiempo se compone de tres elementos:

  • Retención: Conciencia de lo que acaba de suceder. No es como la memoria, donde recordamos o representamos un objeto, sino que es un tipo de intencionalidad que presenta el pasado.
  • Impresión fundamental: La conciencia del ahora.
  • Protención: Conciencia de lo que sucederá. Nos permite tener un sentido de sorpresa, de anticipación (algo tiene que suceder ahora), y de incompletitud (algo falta)

Esta estructura de la percepción temporal, según la fenomenología, es indivisible, son componentes intrínsecos, pasivos, automáticos e invariantes. Nos permite, por ejemplo, poder percibir una melodía como tal (y no como una sucesión inconexa de notas). Luego, esta estructura constituye un campo (en contraste a un punto, sería como el campo gravitatorio o como el campo electromagnético). Además, es una estructura sincrónica y unificada, con propiedades gestálticas.

Además de darnos la capacidad de ser conscientes de objetos temporalmente extendidos (como las melodías), nos permite además ser conscientes de la continuidad del flujo de nuestra conciencia. Permite asignar las experiencias percibidas unívocamente a nuestro ser, y ser dueños de dichas experiencias sin tener que recordarlas (o sea, pre reflectivamente, como ya vimos).

En el siguiente post, hablaremos sobre la percepción. La foto, a todo esto, la tomé para el último concierto de Roger Waters en Chile.

Percepción > suma de sensaciones

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Ebbinghaus illusion

Continuando con nuestra serie sobre la fenomenología, nos ocuparemos ahora de la experiencia de la percepción.

La figura de la izquierda muestra la llamada ‘Ilusión de Ebbinghaus’. Ambos círculos naranjos son del mismo tamaño, pero los percibimos como si fuesen de tamaño distinto.

¿Estamos siendo engañados por nuestros sentidos? ¿No son entonces nuestros sentidos confiables? ¿Por qué vemos ilusiones como estas? Entender la percepción nos dará algunas respuestas.

La fenomenología recalca que el mundo perceptual, que es concreto, sensual e intuitivo, tal como lo experimentamos en primera persona, es la fuente de significado y justificación para nosotros. En particular, es condición para la conceptualización y articulación científica (ya haremos una serie sobre eso más adelante).

Según esta escuela, la percepción tiene un carácter inmediato para el sujeto: el mundo se nos presenta directamente, sin intermediación. No como si estuviésemos viendo fotos de objetos o leyendo descripciones de ellos. (En esto se opone a las teorías representativas, según las cuales lo que experimentamos son representaciones mentales del mundo en nuestro cerebro).

La percepción, según la fenomenología, es caracterizada por ser holística, gestáltica:

  • No percibimos objetos aislados. Nuestros sentidos no pueden ser tratados como fuentes independientes de datos. La percepción es mayor que la suma de las sensaciones, pues agregamos los dos siguientes elementos.
  • Nuestra percepción incluye el contexto de lo que está siendo percibido. El objeto de nuestra atención siempre está en el medio de otros elementos.
  • Además, nuestra percepción incorpora el contexto (pragmático) del sujeto: sus proyectos, intereses, acciones y posibles acciones.

[Desde este punto de vista, no existen las ‘ilusiones’ ópticas como la de la figura. Nuestra percepción siempre es correcta, porque somos incapaces de ver solamente los puntos naranjos. Los puntos azules que los rodean son también parte integral de la experiencia.]

Otros dos elementos que caracterizan la percepción son nuestra capacidad de percibir más y menos que lo que nuestros sentidos proveen (los ejemplos son usando el sentido de la vista, pero aplica para otros sentidos):

  • Percibimos más: Aun cuando vemos los objetos desde un solo punto de vista, un solo ángulo por vez, somos capaces de percibirlos como un todo, incluyendo las partes que no vemos. Trascendemos la perspectiva del ángulo que visualizamos para percibir un objeto que es completo.
  • Percibimos menos: Si bien nuestro campo visual es amplio (unos 100°), no tenemos la capacidad de aprehender toda dicha información (ejemplos).

A todos los elementos nombrados, agregaré que la fenomenología (en particular la teoría enactiva), caracteriza la percepción como principalmente activa y dependiente de nuestro cuerpo y ambiente:

  • No nos sentamos a memorizar lo que reciben nuestros sentidos para luego tomar acciones. Los datos están en el ambiente, y cuando necesitamos algo, vamos y lo buscamos selectivamente: movemos los ojos, movemos la cabeza, nos desplazamos en busca de lo que necesitamos.
  • Más aun, participamos de una kinestesia. El movimiento de nuestro cuerpo participa de la percepción. Nuestra percepción está embebida en nuestro cuerpo, y, por lo tanto, depende de nuestras capacidades sensomotoras.
  • Por último, el mundo a nuestro alrededor nos provee de datos sensoriales querámoslo o no. Nuestro cuerpo está embebido en un ambiente que da forma a nuestras percepciones de acuerdo a su propia forma.

En el siguiente post hablaremos sobre la intencionalidad. La imagen está tomada de Wikimedia Commons.

No fue mi intención

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Cuando hablamos de la intencionalidad de la conciencia, nos referimos a que siempre somos concientes de algo. (presentar, juzgar, afirmar, negar, amar, odiar, desear, percibir, sentir, pensar, fantasear, dudar, esperar, recordar —> algo). Esto significa que hacemos referencia a un contenido, la conciencia está dirigida hacia un objeto, apuntando más allá de sí misma, es acerca-de algo.
Estructura: La intencionalidad es una relación entre un objeto intencional (existente o no -!- lo que caracteriza a la intencionalidad es la direccionalidad, no la existencia del objeto) y un acto intencional. Esta es una relación interdependiente, interna, que pierde sentido al pensar en ambas cosas por separado. El acto intencional es el correlacionado subjetivo del objeto intencional, y este último es el correlacionado objetivo del primero.
¿Qué pasa con los estados conscientes que no son orientados a un objeto en particular? Sentimientos como el dolor o la nausea, o emociones como la ansiedad, el aburrimiento, la depresión, la tristeza, la nostalgia, la curiosidad, el nerviosismo o la felicidad? Según la fenomenología, lo importante de la intencionalidad no es que se refiera a un objeto, sino que sea ‘direccional’. En los casos nombrados, el estado consciente apunta ‘al mundo’ de manera más o menos omnipresente o amplia, o en otras palabras, estos no son indiferentes al mundo o ‘encerrados’ en nosotros. Se articulan con el hecho que estamos en-el-mundo.
Podríamos pensar que todo estado consciente (atención, memoria, intencionalidad, pensamiento, creencia, categorización) tiene un lado
a) experiencial (fenomenológico, subjetivo, irreducible, cualitativo)
b) cognitivo (objetivo, reducible a neurologico, computacional, funcional — o causal) procesar información, reaccionar a estímulos ambientales, y otras funciones.
Funciones mentales, procesamiento de información
- Introspeccionar
- Intend
- Discriminar
- Categorizar
- Reaccionar
- Reportar
Según la fenomenología, esta partición es artificial. El enfoque fenomenológico lo aborda como un concepto que es necesario tratar desde la primera persona, que no es reducible, y que está ligado con la relación mente-mundo.
Para entender por qué la fenomenología niega la separacion experiencial/cognitiva, partamos indicando que un mismo objeto intencional puede ser experimentado por medio de diversos actos intencionales. El vaso lo puedo: ver, imaginar, soñar, recordar. Además, por medio del mismo acto intencional puedo experimentar diversos objetos intencionales. Puedo imaginar un vaso, el sistema solar, la ecuación de Einstein y a Bilbo Bolsón. Bueno, la fenomenología (Husserl, en particular) señala que estar en un estado intencional se siente distinto que estar en otro estado intencional. No se siente igual dudar del candidato presidencial que ver una foto del candidato presidencial. Hay una diferencia experiencial. Lo que estamos diciendo es que no solo los estados sensoriales tienen aspectos fenomenales (subjetivos, cualitativos, ‘el que se siente’), sino que los estados cognitivos también tienen aspectos fenomenológicos. No podemos experimentar al candidato presidencial ‘solo’ o ‘aislado’. es imposible. Para acceder al objeto , lo hacemos mediante un acto intencional ineludible. (Esto tiene connotaciones epistemológicas, por cuanto no existe el objeto-en-sí, no exite lo  objetivo!)
La propuesta fenomenológica muestra que toda experiencia tiene dos lados inseparables e interdependientes: Uno dirigido al sujeto, y otro dirigido al mundo.
El lado dirigido al sujeto (fenomenológico), involucra los elementos subjetivos de la experiencia, el ‘qué se siente’ la experiencia.
El lado dirigido hacia el mundo (intencional), involucra los elementos semánticos de la experiencia, el ‘de qué se trata’ la experiencia.

Thought_bubbleEste post desarrolla un concepto que ya vimos, el de la intencionalidad. Cuando hablamos de la intencionalidad de la conciencia, nos referimos a que siempre somos conscientes de algo.  Nuestros estados mentales hacen referencia a un contenido, nuestra conciencia está dirigida hacia un objeto, apunta más allá de sí misma, es acerca-de algo.

La intencionalidad es una relación entre dos elementos:

  • Un objeto intencional: Un vaso, una melodía, un elfo, el viejo pascuero, los fenicios, elefantes rosados, el teorema de pitágoras, el concepto de proceso, un modelo UML …  (Notemos que lo que caracteriza a la intencionalidad es la direccionalidad, no la existencia del objeto ‘en la realidad’).
  • Un acto intencional. Presentar, juzgar, afirmar, negar, amar, odiar, desear, percibir, sentir, pensar, fantasear, dudar, esperar, recordar … De esta manera, el objeto intencional aparece como presentado, juzgado, afirmado, negado, amado …

¿Qué pasa con los estados conscientes que no son orientados a un objeto específico? Sentimientos (dolor, náusea), o emociones (ansiedad, aburrimiento, depresión, tristeza, nostalgia, curiosidad, nerviosismo, felicidad). Según el enfoque fenomenológico, lo característico de la intencionalidad es que sea ‘direccional’. En los casos nombrados, el estado consciente apunta ‘al mundo’ de manera más o menos omnipresente o amplia. En otras palabras, estos estados conscientes no son indiferentes al mundo o ‘encerrados’ en nosotros. Se articulan con el hecho que estamos en-el-mundo.

En la serie anterior, vimos que podríamos entender un estado consciente como compuesto por:

  1. Un lado experiencial (fenomenológico) que es subjetivo (en primera persona), irreducible, y cualitativo. El ‘qué se siente’.
  2. Un lado cognitivo que es objetivo (en tercera persona), reducible (a aspectos neurológicos, computacionales, funcionales). Son funciones mentales tales como procesar información (i.e. percibir), reaccionar a estímulos ambientales, y otras (introspeccionar, discriminar, categorizar, reportar).

En este esquema, la intencionalidad estaría en el segundo grupo, y podríamos intentar reducirla, por ejemplo, a una cadena causal desde elementos ‘externos’ hasta nuestro cerebro.

Según la fenomenología, esta partición es artificial. El enfoque fenomenológico aborda la intencionalidad como un concepto que es necesario tratar desde la primera persona, que no es reducible, y que está ligado con la relación mente-mundo.

Para entender por qué la fenomenología niega esta separación entre lo experiencial y lo cognitivo, observemos que:

  • La intencionalidad es  una relación interdependiente, interna, entre el objeto intencional y el acto intencional, y pierde sentido al pensar en ambas cosas por separado.
  • Un mismo objeto intencional puede ser experimentado por medio de diversos actos intencionales. El vaso lo puedo: ver, imaginar, soñar, recordar.
  • Por medio del mismo acto intencional puedo experimentar diversos objetos intencionales. Puedo imaginar un vaso, imaginar el sistema solar, imaginar la ecuación de Einstein, e imaginar a Bilbo Bolsón.

La fenomenología (Husserl, en particular) señala que estar en un estado intencional se siente distinto que estar en otro estado intencional. Entonces, no se siente igual dudar del candidato presidencial que ver una foto del candidato presidencial. Hay una diferencia experiencial (o sea, fenomenológica). Lo que estamos diciendo es que no sólo los estados sensoriales tienen aspectos fenomenológicos (subjetivos, cualitativos, ‘el que se siente’), sino que los estados cognitivos también tienen aspectos fenomenológicos. No podemos experimentar al candidato presidencial ‘solo’ o ‘aislado’. Para acceder al objeto intencional, ineludiblemente lo hacemos mediante un acto intencional, que le confiere elementos subjetivos a la experiencia.

En resumen, la fenomenología propone que toda experiencia tiene como elementos inseparables e interdependientes, y por lo tanto, irreducibles:

  • Un lado dirigido al sujeto (fenomenológico), que involucra los elementos subjetivos de la experiencia, el ‘qué se siente’ de la experiencia.
  • Un lado dirigido hacia el mundo (intencional), que involucra los elementos semánticos de la experiencia, el ‘de qué se trata’ la experiencia.

En el siguiente post, hablaremos de la mente personificada (embodied mind).

Cuerpo 1

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Como vimos anteriormente, según el funcionalismo, el cuerpo (incluido el cerebro) podría ser innecesario para la experiencia y la cognición,  siempre y cuando tengamos el ‘software’ correcto ejecutándose sobre el tipo correcto de ‘hardware’. Este es un punto de vista incorpóreo (disembodied) de la mente, según el cual la conducta inteligente sería independiente de una forma corporal específica.
En oposición, según la fenomenología no hay cognición sin corporalidad: sin un cuerpo no puede haber percepción ni acción. La idea del ‘software’ y ‘hardware’ funcionalista requiere que se tenga que replicar todo el sistema corporal, mediante sensores por ejemplo, para poder dar pie a una cognición equivalente a la que poseemos.
La fenomenología reemplaza las nociones de cuerpo y mente por la de ‘mente corpórea’ (embodied mind) o ‘cuerpo mentalizado’ (minded body). Según esta postura, entonces, la existencia corporal va más allá de lo meramente fisiológico y lo meramente psicológico, para constituir un tercer tipo de elemento que va más allá de los dos anteriores. Entonces, la forma de nuestra experiencia cognitiva estaría determinada por un cerebro ‘encarnado’, o sea, que forma parte indisoluble e inseparable de un cuerpo.Nuestro cuerpo determina, por su estructura, postura y capacidad motora:

  • Lo que cuenta como ‘mundo’ para nosotros. Distinto sería por ejemplo nuestra percepción del mundo si tuviésemos la anatomía de una rana.
  • Nuestro marco de referencia perceptual y de acción. Lo que podemos percibir y hacer depende completamente de las capacidades de nuestro cuerpo.
  • El pre-procesamiento y post-procesamiento de la informacion sensorial. Por un lado nuestro cuerpo filtra las señales sensoriales, y por otro lado, les asigna una semántica acorde con el mundo.

Es entonces el cuerpo un elemento imprescindible para el estudio de nuestra experiencia y de nuestra relación con el mundo y con otros, dado que nuestra corporalidad da forma e influencia nuestra experiencia.

Podemos distinguir fenomenológicamente entre el cuerpo objetivo y el cuerpo viviente.

  • Cuerpo objetivo: Corresponde a la perspectiva del observador externo (en tercera persona), donde el cuerpo se corresponde con un objeto, y se construye una abstracción neurológica, fisiólogica, anatómica. Incluso nosotros mismos podemos a veces tomar esta perspectiva respecto a nuestro cuerpo, por ejemplo cuando se nos ‘duerme’ un brazo o nos vemos frente a un espejo.
  • Cuerpo viviente: Corresponde a la perspectiva corpórea (embodied), donde es el sujeto mismo (en primera persona) quien experimenta su cuerpo, tiene experiencias, y es agente.

El cuerpo viviente se presenta de cierta manera en la experiencia, pero además el cuerpo viviente estructura la experiencia, le da forma a nuestro ser-en-el-mundo. Es por medio del cuerpo que se nos revela el mundo, mediante la percepción y la acción.

Otras distinciones fenomenológicas respecto al cuerpo incluyen:

  • El cuerpo le da un sentido al espacio en el que estoy. Es un espacio abierto, lleno de gente o de cosas, un espacio que se está cerrando.
  • El cuerpo refleja las emociones que experimento. Muchas veces nos damos cuenta del ánimo de las personas simplemente observando su postura corporal.
  • El cuerpo le da forma a cómo percibo el mundo. Relacionado con el anterior, nuestra disposición corporal puede hacernos ver al mundo como alegre, depresivo, prometedor.
  • El cuerpo otorga significados al mundo. Las cosas se convierten en ‘presionables’ (botones), ‘lanzables’, ‘comibles’, ‘inalcanzables’.
  • El cuerpo define circunstancias de acción. Define lo corporalmente posible e imposible, los límites de acción o lo que estamos prevenidos de realizar.
  • El cuerpo es expresión del ambiente. Así es como nos disponemos de diversas formas para el día, la noche, el frío, el calor, dentro de la piscina o escalando. Además, refleja nuestro ambiente homeostático, como cuando tenemos fiebre, dolores, o algún desorden hormonal.
  • El cuerpo no es estático: incorpora nuevas habilidades y hábitos, puede extender artificialmente sus capacidades, y puede también experimentar pérdidas.

En el siguiente post completaremos esta exposición fenomenológica del cuerpo.

[A todo esto, la imagen que adorna este post la tomé de una enciclopedia que tengo en la casa. El tamaño de cada parte del cuerpo es proporcional al tamaño del área cerebral que controla dicha parte del cuerpo] .