Cuerpo 2

This entry is part 11 of 14 in the series Fenomenología

En esta segunda parte, desarrollaré brevemente los conceptos de propriocepción y de transparencia experiencial del cuerpo.

Propriocepción

Nuestro cuerpo define el centro del marco de referencia de nuestra experiencia. Estamos imposibilitados de conocer una realidad ‘objetiva’, que sea externa e independiente de nuestro cuerpo.

Podemos distinguir tres tipos de espacios definidos por nuestro cuerpo:

  • Alocéntrico. Es inherentemente objetivo e independiente de nuestro cuerpo. Corresponde, por ejemplo a las coordenadas que da un GPS, la dirección de una vivienda en una ciudad, o aqué definido por puntos cardinales (Colina está al norte de Santiago).
  • Egocéntrico. Es el espacio definido en relación al cuerpo que percibe o actúa. Como cuando estoy frente al mapa del centro comercial y quiero orientarme; para ello, primero tengo que descubrir ‘dónde estoy yo’ y ‘mirando hacia dónde’. En este espacio, las cosas están frente a mí, detrás de mí, arriba mio, a mi izquierda, etc.
  • Proprioceptivo. Es el sentido innato e intrínseco que tengo respecto de mis miembros, su posición y mi postura en general, sentido que carece de perspectiva. Lo desarrollaré a continuación.

Para percibir y actuar es requisito auto-experimentar el propio cuerpo, en un marco de referencia absoluto. La propriocepción se basa en el hecho que yo no percibo mi cuerpo, yo lo soy. No tengo acceso observacional a mi cuerpo en acción o en percepción, sino que actúo y percibo por medio de él. En este contexto, por ejemplo, no tiene sentido decir que mi pie está más cerca mío que mi mano.

La propriocepción es el sentido innato que me permite saber si tengo los pies cruzados o no, sin mirarlos. A su vez, la propriocepción habilita el sentido egocéntrico y la posibilidad de la perspectiva, puesto que puedo percibir algo como a mi izquierda sólo si tengo el sentido proprioceptivo de dónde está mi izquierda.

El cuerpo como experiencialmente transparente

Cuando actuamos, nuestra atención está en la acción, no en nuestro cuerpo (que se mantiene pre-reflectivo): Nos enfocamos en la tarea a realizar, el proyecto a lograr, o en algún evento en el mundo que nos parece relevante para nuestra acción. O sea, nos centramos en cierto propósito u objetivo. Por ejemplo, nos olvidamos que con cierta frecuencia ‘apagamos’ nuestra visión con cada parpadeo. Podríamos decir que el cuerpo intenta ‘salir de nuestro camino’ de manera que nos podamos quedar en nuestra tarea.

En este contexto, es útil diferenciar entre imagen corporal y esquema corporal:

  • Imagen corporal: Es el sistema de estados intencionales en los cuales el objeto es el propio cuerpo. Incluye la experiencia perceptual del cuerpo, el entendimiento conceptual del cuerpo, y la actitud emocional hacia el cuerpo. O sea, comprende el conjunto de percepciones, creencias y sentimientos hacia el cuerpo.
  • Esquema corporal: Es el sistema de procesos (funciones sensomotoras) cuasi automáticos que regulan la postura y el movimiento para servir a la acción intencional. Corresponde a la percepción corporal pre-reflectiva y no objetivizante (o sea, proprioceptiva).

Un ejemplo de la experiencia transparente del cuerpo se da cuando estoy tocando una pieza conocida en guitarra y tengo sólo conciencia parcial de la posición de cada mano, y de los dedos sobre cada cuerda y en cada traste. Aun así (con esta conciencia parcial) soy capaz de tocar de una manera que es más bien automática. Cuando me equivoco, mis manos se convierten en objeto intencional, y dirijo mi atención a identificar qué mano y qué dedo causó este quiebre de la transparencia corporal.

Dentro del esquema corporal encontramos el ‘puedo’, un conjunto de capacidades incorporadas (embodied) para la acción, correlacionadas a los movimientos potenciales que puedo ejecutar y que me permiten, por ejemplo, acceder intencionalmente a las partes de los objetos que no puedo percibir (como ya vimos). Esto está asociado además a que ‘conozco’ mi cuerpo como un conjunto de habilidades corporales pre-lingûísticas y no conceptuales que no están completamente presentes en la conciencia.

Nos damos cuenta de esto cuando algo va mal. Cuando estoy enfermo, por ejemplo,  desaparece el ‘puedo’, mis proyectos pierden relevancia y significado, y aumenta la importancia que le doy al cuerpo, lo situamos como objeto, abriendo nuestro acceso fenomenológico a él.

En el siguiente post seguiremos con esta serie de fenomenología, y hablaremos sobre la acción.

La imagen es del commons de wikipedia.

Luz, cámara, ¡acción!

This entry is part 12 of 14 in the series Fenomenología

Pasamos la mayor parte de nuestra vida en acción, sujetos a preocupaciones de índole práctica.

Fenomenológicamente, podemos decir que un movimiento es una acción cuando éste está dirigido por una meta y es deliberado. Bajo esta definición, uno es agente de dicha acción.

Revisemos la estructura fenomenológica de la acción.

Meta de una acción

En la manipulación y uso de los objetos en el mundo, le asignamos a los objetos significados prácticos, emocionales, estéticos o personales. Estos significados conforman un contexto físico y social, que determina patrones de normalidad para nuestras acciones, derivados por ejemplo de la observación del actuar de otros.

Este contexto hace que las metas  de mis acciones no correspondan a una simple cadena estímulo-respuesta, sino que su significado es contextualmente complejo e intersubjetivamente determinado. ¿Qué horizonte tiene la meta de una acción? Veamos un ejemplo:

Mientras cocinas, te preguntan por qué sostienes una cuchara de palo. Respondes:

  1. Porque revuelvo la sopa.
  2. Porque estoy cocinando.
  3. Porque preparo mi almuerzo.
  4. Porque es feriado y hoy no viene la asesora del hogar.
  5. Porque estoy con sobrepeso y cocino hipocalórico para adelgazar.

Cada una de estas respuestas refleja un motivo para nuestro actuar, pero están a distinto nivel de  la intencionalidad de la acción. Para responder a la pregunta ¿por qué sostienes una cuchara de palo? nuestra respuesta estará dirigida al nivel pragmático de descripción apropiado más alto.

Sentido de agencia

Una persona no es agente si no sabe que ha causado deliberadamente que algo suceda. Estar consciente de que se es agente de una acción puede pensarse en dos niveles:

  • Nivel pre-reflectivo, donde se genera un sentido experiencial de agencia. En este nivel, no atiendo al los movimientos que componen mi acción, sino que mantengo un sentido recesivo y vago de que estoy en movimiento. El sentido de agencia en este nivel se produce en función de las señales corporales (eferentes y retroalimentación aferente), y la retroalimentación intencional (tarea, meta).
  • Nivel reflectivo, donde me atribuyo la agencia a mí mismo. En este nivel, los movimientos que componen mi acción son el resultado de un ejercicio de mi voluntad, fruto de una decisión. Mantengo una conciencia explícita de que actúo por ciertas razones.

Existen dos explicaciones contrapuestas para la aparición del sentido de agencia:

  1. Top down: Construyo narrativas autorreferentes, explicando mi conducta de manera retrospectiva, dándole  sentido a mis acciones de manera reflectiva en términos de mis creencias y deseos.
  2. Bottom up: Tengo la atribución de agencia de alto nivel (reflectivo) porque tuve (o recuerdo haber tenido) el sentido de agencia de primer orden (pre-reflectivo).

Según la descripción dada en este post, ¿qué opinas tú respecto a esta situación?: Mientras otra persona habla, o mientras estás en una sala de espera, mueves la pierna, o los dedos de la mano sobre una superficie,  ¿esto es acción, o es sólo movimiento?

El tema del siguiente post será ¿cómo conocemos a otros?

La imagen la tomé de Commons de Wikipedia.

Deseo tomarme una foto contigo

This entry is part 13 of 14 in the series Fenomenología

Veré en este post lo que propone la fenomenología respecto a la cognición social, tema que había tocado antes, y al que había propuesto una respuesta conductista y otra funcionalista.

¿Cómo experimento a los otros?

Como ya comentamos, la fenomenología no reconoce una separación entre cuerpo-mente, sino que reconoce un carácter de ‘mente corpórea’ (embodied mind) o ‘cuerpo mentalizado’ (minded body). En el caso de la experiencia de otros, se aplica este mismo principio.

Las posturas no fenomenológicas ya revisadas proponen la existencia de estados mentales privados y ocultos, a los que sólo la propia persona tiene acceso, y proponen que el mecanismo de acceso a estos estados mentales es exclusivamente por medio de la observación de la conducta del otro.

La fenomenología propone abandonar esta visión según la cual existiría esta asimetría insalvable de acceso a “estados mentales”.

Propone un balance:

  • La conducta corporal del otro no es sólo el efecto observable de un estado mental.
  • La mente no es exclusivamente interna, desconectada del cuerpo y del mundo.

El principio es que los estados afectivos y emocionales del otro  son expresados en sus gestos y acciones (su conducta corporal), y por lo tanto son visibles para uno. De esta manera, no es posible dividir esto en un aspecto conductual (gestos corporales visibles) y un aspecto psicológico (mente invisible), sino que conforman una unidad expresiva.

La fenomenología reconoce entonces que la conducta corporal cumple un rol esencial en la experiencia y la cognición de otros, pero no identifica dicha conducta corporal con los estados mentales; la relación entre ambos es más débil. Tampoco se rebaja a una simple conexión causal entre ambas, sino que establece una relación entre ambos que es más fuerte.

Los estados mentales de otros, tales como los sentimientos, encuentran una expresión natural en su conducta corporal. Pero no todo está abierto a la vista; algunos estados experienciales del otro son inaccesibles, como por ejemplo las creencias o los pensamientos. Pero las experiencias del otro no son esencialmente inaccesibles: no todas ellas pueden carecer de una expresión natural. La conducta corporal no es, por ejemplo, ni necesaria ni suficiente para ciertos fenómenos mentales (tales como mentir, reprimir y engañar).

[¡Imposible dejar de recordar Lie to me en este punto!]

Propone entonces la fenomenología que tenemos una experiencia directa del otro, sin mediaciones, pero que esta experiencia del otro no es igual que la experiencia de uno mismo. De otra manera, el otro se convertiría en una parte de mi mismo.

Veremos a continuación tres niveles de cognición del otro.

Intersubjetividad primaria

Es la percepción directa (no conceptual) de las intencionalidades del otro, a partir de las percepción sensorimotora de sus acciones corporales. Las intencionalidades del otro se expresan explícitamente en sus acciones corporales y en sus conductas expresivas.

La intersubjetividad primaria permite interactuar con el otro en términos de sus expresiones, gestos, intenciones y emociones. Es una capacidad que se desarrolla en el ser humano entre los 8 y 12 meses de edad, antes de estar en posición de teorizar, simular, explicar o predecir estados mentales del otro.

Se refleja en la capacidad que los infantes tienen de:

  • Encontrar en el cuerpo de otros humanos oportunidades para la acción (apretar, chupar, morder, mirar) y para la conducta expresiva por medio de la imitación.
  • Analizar su ambiente y distinguir en él acciones humanas y no humanas
  • Percibir los movimientos del otro como significantivos y orientados a una meta.
  • Coordinar afectivamente sus gestos y expresiones con los de aquellos que los cuidan.
  • Entender perceptualmente al otro de manera específica: Si prestan o no atención, si son amistosos o no, …).

Intersubjetividad secundaria

Es la percepción del otro a partir de las circunstancias pragmáticas del contexto que se comparte.

Por ejemplo, en una situación donde hay una persona sentada, en silencio, con un libro en las manos, y la mirada de la persona está fija en el libro, uno no percibe todos estos elementos uno a uno, para luego considerarlos y deducir que la persona está leyendo. El contexto que esta persona y yo compartimos tiene un sentido pragmático evidente: que la persona está leyendo se establece de manera inmediata.

Vemos las acciones del otro como significativas en términos de metas e intenciones, dentro del ambiente físico e intersubjetivo. El contexto dentro del cual percibo a otro nunca es neutral; el otro es un agente en un contexto pragmático, y este contexto da luz respecto a las intenciones del otro.

Se nos presenta el otro como un cuerpo viviente dentro de una situación o contexto con significado, contexto que es codeterminado por la acción y expresion de dicho cuerpo.

Entiendo al otro por medio de nuestra participación compartida en el mundo que nos es común: encuentro al otro en una situación en el mundo, y lo entiendo en una manera codeterminada por esta situación común y pragmática.

El contexto hace que un fenómeno expresivo en un caso particular se vuelva comprensible (sonreir, ponerse cara de serio, hacer gestos de enojo).

La intersubjetividad secundaria se desarrolla alrededor de los 18 meses de edad, cuando los infantes:

  • Se dan cuenta de cómo los otros interactúan con el mundo y unen las acciones con contextos pragmáticos: qué significan las cosas y para qué son.
  • Comprenden qué quieren hacer los otros con algo, dentro de un contexto específico.
  • Perciben la intencionalidad en acciones contextualizadas de otros, quienes son agentes de actividades prácticas.
  • Dejan de ser observadores pasivos, interactuando con otros.

Narrativas

Existen situaciones donde la intencionalidad no se expresa en acciones, o simplemente carece naturalmente de expresiones, como sucede con lo que uno piensa o cree.

Para entender en esos casos por qué el otro hace lo que hace, es necesaria una cognición social más sofisticada, basada en una prolongada interacción social en la vida real, para la cual el uso del lenguaje es crucial.

Con el desarrollo del lenguaje, las capacidades que nos confieren la intersubjetividad primaria y secundaria son desarrolladas y usadas en contextos socialmente sofisticados, a partir de los cuatro años de edad.

Para entender que otras personas tienen creencias diferentes que las mías acerca del mundo, tengo que involucrarme en narrativas, por medio de desacuerdos, malentendidos, peticiones de clarificación, diálogos reflectivos. Uso el diálogo, la conversación y las narrativas compartidas para explicar y predecir la acción. Al adquirir competencias con diferentes tipos de narrativas es posible entender a los otros de diversas maneras.

Entender al otro requiere la habilidad de situarlo dentro de un contexto pragmático o social detallado, y entender dicho contexto de forma narrativa. De esta manera, una acción se hace inteligible cuando puede encontrar un lugar en una narrativa.

Las grandes narrativas constituyen las prácticas compartidas que informan nuestro entendimiento cultural y de sentido común. El desarrollo de una narrativa requiere al otro.

Ejemplo

El 20 de febrero del 2010, estaba yo paseando por la Plaza Tian’anmen, en Beijing, cuando se me acerca una señora, y comienza a hablar y hacer gestos. Por supuesto, ella hablaba mandarín (supongo) y nada de inglés. Para poder yo entender lo que estaba sucediendo, no basta la intersubjetividad primaria, que me decía que esta señora era amigable y deseaba algo (¿qué?) de mí.

Tampoco basta la intersubjetividad secundaria, que me decía que algo pasaba con su cámara de fotos que tenía en la mano, y con otra persona a la que ella estaba señalando (¿quería que yo le tomara una foto a ellos dos? ¿Que viese si la cámara estaba estropeada?).

Pero yo había leído y además me habían contado, que era común en China que a los occidentales les solicitaran tomarse fotos con los locales. Yo contaba con esta narrativa acerca de los chinos (la narrativa los establece como curiosos respecto de los turistas occidentales), y acerca de mí (en esta narrativa, yo soy un turista occidental).

De esta manera, tengo acceso al deseo del otro de tomarse una fotografía conmigo, y entiendo su petición de hacerlo. El deseo y la petición del otro se hacen evidentes para mí en el contexto pragmático, gracias a la narrativa.

Para finalizar este post y adelantar algo del siguiente, notemos que al adquirir narrativas damos también forma al entendimiento de nosotros mismos: nos entendemos a nosotros mismos por medio de narrativas.

Autorretrato

This entry is part 14 of 14 in the series Fenomenología

En el último tópico de esta serie acerca de la mente fenomenológica, veré la estructura del yo (self). El texto que estamos siguiendo, nos propone pensar en dos niveles del yo: un yo experiencial y un yo narrativo.

El yo ‘central’ es una dimensión experiencial

El yo experiencial es una parte integral de la estructura de nuestra conciencia. Es la dimensión invariante que le da a toda experiencia el carácter común de “ser mía”, otorgando así el carácter de primera persona a mis fenómenos experienciales.

La experiencia del yo es la percepción prerreflectiva de mi propia conciencia, de una manera autorreferente. Como es prerreflectiva, se presenta de manera constante, minimalista, primitiva, tácita y sutil. Ninguna experiencia que carezca de esta percepción prerreflectiva autorreferente puede ser llamado un ‘yo’.

El yo experiencial no está aislado del mundo, escondido en la cabeza. La experiencia del yo es inherente a toda experiencia del mundo: no se interrumpe la interacción con el mundo para tener experiencia del yo.

El yo experiencial tiene un solo nivel de organización, es estable a lo largo de la vida del organismo, y no es exclusivamente humano: no depende de la memoria, el razonamiento o el lenguaje.

El yo ‘extendido’ es una construcción narrativa

El yo narrativo es más sofisticado que el yo experiencial: se construye por medio de narrativas autointerpretativas. Incluye características autobiográficas, y no puede ser entendido de manera independiente a la autointerpretación. La narrativa surge a partir del lenguaje y, por ello, no existe un yo narrativo de tipo pre-lingüístico.

Esta narrativa tiene dos dimensiones:

  • Dimensión temporal: La narrativa unifica mis experiencias en el tiempo. En el yo narrativo, una experiencia es mía si la incluyo en la narrativa. El yo narrativo evoluciona, no es fijo, está en constante revisión: incorpora a la narrativa nuevas experiencias y otros elementos, tales como acciones, ideales, valores a los que adhiero, convicciones morales e intelectuales. Todo esto da forma a mi carácter o personalidad; actuar contra los elementos que conforman mi narrativa quita integridad (desintegran) a la persona.
  • Dimensión social: La narrativa está inserta en una comunidad lingüística que es preexistente. Uno no es el autor único de su narrativa, sino que ella está conectada con las narrativas de mis cercanos, y, a la vez, está embebida en una comunidad que le otorga significado. Debido a esto, conocerse a uno mismo es más complicado que una simple suma de las propias creencias y deseos, y es menos privado que lo que uno podría creer, porque uno no puede ser un yo por sí solo. Sino con otros como parte de una comunidad lingüística que le da forma a mi yo, y al entendimiento de los otros.

El yo extendido tiene varios niveles de organización, es evolutivo a lo largo de la vida del organismo y depende de la memoria, el razonamiento y el lenguaje.

Relación entre yo experiencial y yo narrativo.

El yo experiencial no es un producto del yo narrativo. Más bien, el yo experiencial es una condición prelingüística para el yo narrativo: se distingue entre poseer una perspectiva de primera persona y la capacidad de expresar dicha perspectiva de forma lingüística.

Una descripción del yo experiencial no será muy diferente entre un individuo y otro. Pero el yo narrativo tangibiliza y diferencia claramente la individualidad.

Impedimentos en el yo narrativo permiten que el yo experiencial se mantenga intacto; ¿recuerdan el ejemplo que di de Stephen Hawking? En el pasado, podría haberse pensado que él había perdido su yo con su incapacidad física. Por otro lado, impedimentos que se inician al nivel del yo experiencial, pueden causar que el yo narrativo colapse.

En el siguiente post haremos una conclusión acerca del enfoque fenomenológico para la filosofía de la mente.

La foto que ilustra este post es el Autorretrato de Albrecht Dürer, que está en la Alte Pinakothek de München, en Deutschland.