Fuimos al cumpleaños de nuestro sobrino Agustín, y mi hermano Claudio estaba casualmente dispuesto al lado de las bebidas. Y claro, llegaban los amigos ignacianos chicos del Agustín.
“Tengo sed”
“Quiero bebida”
“Quiero Bilz”
Y en esa onda; Claudio no les daba de inmediato, sino preguntaba “¿cómo se dice?” o “¿Cuál es la palabra mágica?”. Sólo entonces decían por favor y luego gracias.
De repente llegó un niño, y fue el único, que sin pasar por control, de manera espontánea, dijo
“Sírveme bebida por favor”.
¡Uno solo!
Era el cumpleañero. 🙂